de porque siempre llueve sobre mojado

resvalé en un charco desternillándome a cada paso del golpe,
en cada carcajada mil gotas de porques a ese dolor de culo,
me vieron y me vi, tirada en el medio de un paso de peatones de ninguna parte,
contando las líneas blancas de aquella cebra estática que sólo para aquel instante,
para mi, había cobrado vida para decirme que ser tan patosa era gracioso,
gracioso, y una carcajada irónica salió de los finos labios que mi madre había puesto en mi cara,
gracioso, pensé, gracias pensé, por tener aquellas comisuras que daban tanto de si a la risa,
me levanté, di un paso o dos, ya no sé, porque mis piernas son muy cortas sin tacones
para volver a caer encima del rosal de mi vecino mientras un gato desde su ventana
se relamía los bigotes al verme aplastar aquellas flores que le habían picado tanto
cazando ratones.
la lluvia cesó prometiendo lavarse en seco porque ya hacía siglos que estaba muy sucia y porque a mi no me gustaba que manchase mis camisetas blancas, esas que nunca me ponía porque deslucían mi sonrisa en los días oscuros, jurándome que si reía me regalaría un rato de sol,
y que le pediría un favor a la luna para que a esa hora de la tarde saliese para mi, gordita y redonda como a mi me gustaba para contarme un cuento de fantasmas a modo de chiste, sólo para mi.
sólo para mi, me reí para adentro porque la risa ya no hace eco y eso no tiene chiste en una habitación vacía, la misma en la que siempre me quedo para que la carcajada no se contagie, el estómago me lo pidió porque siempre se duele al reírme.